Ber Emara (Egipto), 22 mar (EFE).- Los niños se abalanzan sobre la pelota caída fuera del campo, entusiasmados por devolvérsela a los jugadores: quieren contribuir a que continúe uno de los partidos del tradicional torneo con el que se celebra el ramadán mientras sueñan con el día en que sean ellos quienes esperen que les devuelvan el balón, pero en un campo profesional.

“Actualmente, hay talentos de jóvenes que dicen que quieren jugar al fútbol, pero no encuentran su momento, ya que todos los clubes se han convertido en una inversión. Ahora todos son pobres (los jóvenes) que no pueden jugar”, lamenta Emam, entrenador de 68 años y seleccionador de futbolistas.

Emam

Ahora todos son pobres (los jóvenes) que no pueden jugar

En el pueblo de Ber Emara, de cerca de 500 habitantes, se celebra desde hace 60 años un torneo de fútbol por el mes sagrado musulmán del ramadán, en el que se juegan dos partidos diarios antes del iftar (la cena con la que se termina el ayuno diurno).

“Actualmente, hay talentos de jóvenes que dicen que quieren jugar al fútbol, pero no encuentran su momento, ya que todos los clubes se han convertido en una inversión. Ahora todos son pobres (los jóvenes) que no pueden jugar”, lamenta Emam, entrenador de 68 años y seleccionador de futbolistas.

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